domingo, 2 de noviembre de 2014

Cartas a un difunto imprescindible.

Hoy he ido a ese sitio al que nos gustaba ir en bici. He ido corriendo porque quería dejar todo atrás lo más rápido posible.
Cuando he llegado, me sentía mejor. Allí no me dolía el pecho y ese nudo en la garganta se había aflojado un poco. Creo que es porque me sentía un poco más cerca de ti.
¿Te acuerdas de aquel día? Fuimos los dos, pedaleo tras pedaleo, recorriendo todos los pinares de la zona. Llegamos incluso hasta el río buscando el lugar idóneo para hacer esa trastada que al final no pudo ser. Ningún lugar nos parecía del todo bueno o bonito o adecuado y acabamos los dos tumbados en el campo por puro aburrimiento. Desde entonces, ese es mi lugar favorito, mi vía de escape para cuando algo va mal.
Al ser esta época del año, está todo un poco cambiado. El verde ahora no es tan verde, los grillos cantan de otra manera y la cálida brisa se ha convertido en un frío viento. La tierra está húmeda, hasta encharcada en algunas partes, porque ha estado lloviendo toda la noche. Es como si todo hubiese cambiado de repente, como si todas las cosas (la hierba, los animales, el ambiente,...) supiesen que tú ya no estás y se hubiesen vuelto más lúgubres. Pero aún así, me sentía bien, porque eso era nuestro. Nuestro lugar.
Iré dejándote cartas en nuestro sitio, contándote lo que pasa por aquí. Así no te perderás nada aunque no estés. Y, si quieres, podrías contestar. Yo estaría encantada de saber cómo te va por allí. Si estás a gusto o mejor de lo que estabas aquí, al menos.
Te echo de menos, ¿sabes? Y no soy la única. Creo que todos lo piensan, pero nadie se atreve a decirlo, porque no lo entendemos o no lo queremos entender. Porque aunque no te lo creas, eras "el imprescindible" de por aquí.
Yo de verdad que lo siento, no quiero ponerme pesada, pero necesito saberlo. Solo contéstame y lo aceptaré sin rechistar.
¿Por qué?
No olvides que, aunque no estés, te seguimos queriendo.